por Raúl Salinas
Mi padre, nacido en esta zona allí por 1914, me contaba que en Oro Verde la actividad comercial se inició con el típico almacén de ramos generales, mereciendo aquí una mención muy especial Don Carlos Politi un verdadero hombre de bien, incansable colaborador en todo emprendimiento de carácter comunitario. En éstos almacenes, me olvidaba, también se podía tomar una copita y jugar un truco de cuatro.
Promediando la década del cincuenta llegó una firma de Buenos Aires, Breglia Hermanos, que se radicó aquí instalando una explotación avícola, ocupando casi un tercio sur (10.000m²) de la primer manzana sobre la ruta a Diamante, viniendo desde Paraná. Actualmente comprendida entre las calles Los Horneros (Actual Av. Int. Carlos del Castillo), Los Jacarandaes, Los Cardenales y Los Chañares.
Los gallineros eran de mampostería de longitud variable y un ancho de 5 metros; los techos eran abovedados de ladrillos puestos de canto dando un espesor de 7cm aproximadamente, se construían por secciones con un molde metálico; tenían ventanas cerradas con tejido de alambre, los zarzos donde dormían las gallinas y casilleros que era el lugar de postura. Durante el día las aves salían a un espacio abierto delimitado por cercas de ladrillo en su parte inferior y alambre tejido en la superior, con una altura total de 2 metros. En estos espacios se habían plantado árboles frutales (cítricos) y cerca de las edificaciones paraísos que por sus hojas caducas otorgaban frescura en verano y en el invierno permitan un soleado pleno.
En otro sector estaba el depósito, donde se clasificaban huevos y se almacenaban cajones, siendo éstos de dimensiones similares a las actuales, en el frente tenían impreso el nombre de la firma, Breglia Hermanos, dirección y la marca «La Martita». Los empaques eran de cartón en forma de casilleros plegables, que se ubicaban en el cajón con separadores del mismo material entre uno y otro.
Al lado del depósito vivía el Señor Artacho con su familia, encargado de la explotación, a quién afectuosamente apodábamos «El Porteño». Trabajaban además varias personas del lugar, que se encargaban del cuidado de las gallinas, clasificado y envasado de huevos, carga y descarga de camiones.
Pasados algunos años, el establecimiento cerró y sus bienes fueron vendidos.
Por aquel entonces tenía yo unos 10 años y aún recuerdo lo famoso que se hicieron para mí los cajones de aquella firma. Cuando iba a una especie de escuela que un partido político había iniciado, me sentaba en ellos. Cuando los fines de semana se ofrecían proyecciones cinematográficas volvía a sentarme en los mismos. En los actos políticos y para el momento de la cena o el almuerzo contaba con esos asientos, al igual que cuando concurría a catequesis.
En todo lugar donde eran utilizado y yo estaba presente, con el mayor disimulo me inclinaba, volteaba la cabeza y leía las inscripciones de los asientos, eran tan raros, los apellidos y lugares de procedencia de algunos!.
Los supe ver a estos envases en algunos hogares cumpliendo distintas funciones también. Dejando lo anecdótico de lado, en aquellos momentos el cierre de este emprendimiento fue algo que causó tristeza en la localidad, como en todo lugar donde se cierra una fuente de trabajo.
Aún hoy sigo pensando que hermoso hubiera sido seguir contando con esa explotación avícola, engrandecida y modernizada contribuyendo al progreso y bienestar de mi Oro Verde.