Esta galaxia de la Osa Mayor se ha comido a una vecina

Markarian 266 está en pleno proceso de colisión o canibalismo galáctico.

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En las profundidades de la constelación de la Osa Mayor, a unos 350 millones de años luz de la Tierra, se ha cometido un asesinato. O al menos un acto de canibalismo… galáctico. Bajo la imagen ideal de esta constelación, y que no se corresponde con ninguna estructura real, se encuentra Markarian 266, un caótico torbellino de estrellas que ha nacido de la colisión entre dos galaxias más pequeñas, que ahora se revuelven y giran fundidas. Este objeto, también conocido como NGC 5256, ha sido observado en detalle por el telescopio espacial de rayos X Chandra, lo que ha permitido comprender mejor qué está ocurriendo en sus entrañas.

 

Gracias a esto, los científicos han podido observar las huellas dejadas por la colisión de las galaxias. En el momento de la observación, dos discos galácticos, cuyos núcleos, unos agujeros negros supermasivos que descansan en el centro, están a tan solo 13.000 años luz de distancia (un paso en la escala cósmica). Como resultado, la gravedad de estos mastodontes tira del gas, del polvo y de las estrellas y los hace girar como si se tratara de una batidora.

Esto provoca que en algunas zonas la presión y la gravedad propicien la aparición de criaderos estelares donde nacen nuevas estrellas.

Además de esto, los astrónomos han podido observar otras cosas. Los núcleos galácticos están activos, lo que quiere decir que el gas y el polvo de la galaxia son arrastrados por el tirón gravitacional y acelerados a enormes velocidades, hasta el punto de que las partículas liberan rayos X y otras formas de potente energía.

Es frecuente encontrar galaxias que interaccionan a través de la gravedad, como si estuvieran unidas por un poderoso imán. Algunas son tranquilas, y se deslizan la una sobre la otra con suavidad. En otras, la gravedad crea todo tipo de fenómenos caóticos, como cuásares, explosiones de supernovas o criaderos estelares.

En contra de lo que pueda parecer, las estrellas «no se enteran» de nada de esto. Las galaxias se funden pero solo muy raramente las estrellas colisionan, puesto que unas y otras están a enormes distancias. Pero, a veces, las fusiones galácticas crean estructuras colosales y caóticas, como las plumas observadas en NGC 5256 por el Chandra.

Se cree que las fusiones de galaxias eran más frecuentes en el Universo temprano y que siempre han tenido un papel muy importante en la evolución de las galaxias. Por eso, la mayoría de las galaxias hoy muestran huellas de colisiones e interacciones pasadas. Por ejemplo, la propia Vía Láctea, donde «flota» el Sistema Solar, muestra restos de otras galaxias que «se comió» en el pasado. De hecho, nuestra Vía Láctea está canibalizando hoy en día a la galaxia enana elíptica de Sagitario. En un futuro muy lejano, dentro de unos dos mil millones de años, la Vía Láctea se fusionará con Andrómeda.

Fuente: ABC

Esta galaxia de la Osa Mayor se ha comido a una vecina